jueves, 27 de mayo de 2010

El precioso final de Lost


(Spoilers de la Series Finale de Lost a lo largo de todo el post)

Bueno, que iba a haber controversia ya se sabía. La complicada naturaleza de la serie y la heterogeneidad de públicos hacían imposible un final a gusto de todos. Aún así, me ha sorprendido la mayoritaria reacción de rechazo ante el incumplimiento de unos objetivos fantasma.


Teníamos todas las pistas tras los primeros cinco o seis episodios de esta sexta temporada. Sabíamos por donde estaban llevando el asunto. El capítulo final no puede resultar en ningún caso una sorpresa. Al menos, no una desagradable: El final de Lost ha sido todo un regalo, al espectador, a los personajes. Un regalo precioso y poético, que cierra círculos y completa fotografías. Y no sólo este The End, la temporada completa ha sido una continua exhibición de guiños y detalles que engrandecen un relato muy pensado y esctrito con mimo y cariño:

En la realidad alternativa, Kate es inocente; Locke acepta su parálisis a la vez que goza del amor de Helen y de su padre; Sawyer no es un timador de tres al cuarto, sino un reputado poli; lo que antes simbolizaba el yugo de Sun en su matrimonio (el famoso botón) ahora simboliza liberación; Sayid cuida de Nadia mientras, sorprendentemente, tenemos que esperar a que encuentre el amor verdadero; Ben gasea su padre no para dañarle, sino para sanarle, a la vez que mantiene a Alex cerca; y Jack tiene un hijo, que es el símbolo más poético (y al final, triste) de redención: Una oportunidad para no repetir los errores de su padre y cumplir su papel de guía de forma completa con una persona que es enteramente para él.

La reacción automática ha llevado al público a condenar el final de la serie. Estoy seguro de que con el tiempo el capítulo alcanzará la categoría que realmente le pertenece y ocupará su lugar como el gran cierre que es. Que en la realidad alternativa estén todos muertos y que esta no sea otra cosa que una especie de limbo en el que los distintos personajes se van reencontrando no responde a una salida improvisada o apresurada por parte de los guionistas. Es un final lógico y certero, un regalo a unos personajes que necesitaban redimirse, que en muchos casos, murieron de forma injusta y tristísima. Esta situación propicia lo que son los mejores momentos de esta final: las secuencias en las que los protagonistas conectan o se activan para recordar su vida en la isla son oro puro: recapitulan una trayectoria, en algunos casos suspendida muchas temporadas atrás (el caso Shannon o Libby son el principal paradigma de lo emocionante que resulta remitir a los orígenes), hacen referencia a un viaje del que nada parece haber ocurrido en balde. Todo aderezado con la estremecedora banda sonora de Michael Giacchino, que nos lleva acompañando durante toda la serie. Pero no sólo eso: la escena final es un nuevo ejemplo de círculo que se cierra, todo un auto homenaje al inicio de la serie que transpira verdad y puro sentimiento. ¿Qué diablos importa ahora el motivo por el que la estatua tenía cuatro dedos en vez de cinco?

Siempre es más efectivo el matiz a la evidencia, la pista a la verdad absoluta. Si la isla hubiera sido etiquetada, clasificada, explicada de arriba a abajo, habría perdido la magia, el misticismo, el misterio, el encanto. ¿Con qué nombre podríamos denominarla sin cargarnos su esencia? ¿Inframundo? ¿Nave espacial? El resultado habría sido una gran carcajada. Tenemos precedente: cuando se ha verbalizado de manera final y absoluta la respuesta a un enigma, el resultado ha sido anticlimático, artificioso. Al menos es lo que a mi me ocurrió cuando Hurley explicó la naturaleza de los famosos susurros.

Tenemos una respuesta mucho más satisfactoria y que eleva aún más la categoría de ese trozo de tierra místico: La isla como recipìente de una luz infinita, que es vida y muerte, que sana física y mentalmente, que proporciona las herramientas que necesitan aquellos que están perdidos para encontrarse a sí mismos. El resto se puede interpretar, aventurar. Conocemos la isla lo suficiente como para hacernos una idea de lo que ha estado ocurriendo.

Cada cual puede ejercer su derecho de sentirse decepcionado o ultrajado. Aunque haberse esperado al capítulo final y aferrarse a él como última esperanza para recibir explicación científica era temerario e inadecuado. Pues estábamos advertidos: no sólo los creadores habían reiterado que no sería un final de respuestas, sino que durante toda la serie hemos asistido la progresiva inclinación de la balanza en favor de la fe y en desprecio de la ciencia. Y esto no es algo que aparezca con las últimas temporadas: en el episodio 2.01, titulado hombre de ciencia, hombre de fe; el hombre de ciencia (Jack) asiste a un milagro cuando su futura mujer recupera la movilidad de las piernas, todo mientras el hombre de fe (Locke) le pide reiteradamente que crea. Quiero decir, ¿cuántas referencias más a Alicia en el País de las Maravillas hacían falta? Así pues, había que hacer una concesión: dejar que la magia rellene los huecos que la ciencia no iba a poder rellenar. Todo el que lo haya hecho, habrá disfrutado del sobresaliente final. Y sí, los supuestos comentarios de los creadores que aparecían transcritos en la red de que todo tenía explicación científica nunca tuvieron demasiado sentido.

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domingo, 23 de mayo de 2010

Sexta temporada de Anatomía de Grey: Cambiar no es lo mismo que crecer

(Spoilers de la Sexta temporada de Anatomía de Grey a lo largo de todo el post)

La temporada que lo cambiará todo. Así se publicitaba Grey's durante el verano de 2009, y nadie pensó que la cosa sería para tanto. Pero la serie ha cambiado. Mucho.


Para empezar, perdemos a uno de los cinco protagonistas (uno de esos que sólo habría que perder al término de la serie) nada más empezar, y a otro (ídem de lo anterior) a mediados de temporada. El hospital se colma de rostros nuevos y ajenos, y la mismísima Meredith pierde presencia por razones ajenas a la producción. Considero, sin embargo, que ante la adversidad, supieron solventar el problema con creces: El doble espisodio inicial dedicado al dolor y al duelo ante la pérdida de un ser querido (nadie tan querido tanto por público como personajes que el bueno de George) es una auténtica joya:

Actores inspiradísimos, dolor tangible y real, elegancia y emoción a raudales y una escena tan brillante que debería ser estudiada: Toda la secuencia en el funeral supone sencillamente uno de los picos máximos de calidad que esta serie ha ofrecido a lo largo de su existencia. La esencia de Grey's resumida en unos pocos minutos: adolescentes emocionales que no saben lidiar con lo que sienten, que expulsan emociones como si fueran bombas y artillería, incomodidad de sentimientos que o bien son frustrados o expresados con altavoz y pancartas cuando ya no puede aguantarse más. Me consta que muchos sintieron el acto como una falta de respeto a George. Qué tontería. No cuesta nada imaginarse a O'Malley riéndose junto a sus amigos de la pelirroja aquella no podía parar de llorar. O de que Meredith (¡Meredith!) se ha casado vía Post-it con McDreamy. O que Izzie y Alex (¡Alex!) se han casado de verdad. O que Izzie tiene cáncer. O que a él le ha atropellado un autobús. Porque de repente la vida a dejado de tener sentido alguno y o te ríes a carcajadas o te vas a colgar de la encina más próxima. No obstante, la expresión rota y desencajada que queda tras la carcajada lo dice todo.

Los capítulos inmediatos son puramente Grey's: Izzie volviendo a ser la que era, Cristina ofreciendo una vis cómica impagable, y Grey atrapada de nuevo en una de esas corrientes existenciales que remueven cimientos y con las que a la doctora le cuesta tanto lidiar. La excusa para sacar a Ellen Pompeo del rodaje (debido a su embarazo) no puede resultar más apropiada: Grey hace frente a sus fantasmas y decide ayudar a su padre donándole su riñón. Nuevo punto para Meredith y una nueva muestra de cuanto ha crecido este personaje desde que se nos presentó como una auténtica incompetente emocional.

Ante la pérdida (temporal) de la protagonista, es de alabar cómo se afronta la nueva situación. Optan por explorar nuevas formas de contar historias, inéditas hasta ahora en Grey's, de las que nacen un episodio estilo ER divertidísimo o un par centrado en uno solo de los personajes al más puro estilo LOST. En concreto, el protagonizado por Arizona es de lo mejor de la temporada: Jessica Capshaw lo hace formidablemente, y la resolución termina con una declaración tan honesta y brutal que incluso hace que vuelva a instalarse en el estómago ese pequeño nudito que solía aparecer con cada fin de episodio cuando la serie se encontraba en sus mejores momentos.

Como digo, el arranque de temporada es brillante, pero a partir de la llegada de Altman y coincidiendo con el ascenso de Dereck a la jefatura, la cosa adquiere un cariz muy feo. La cantidad de episodios narrados por el doctor Shepherd y la continua obsesión de los guionistas por venderlo (ahora) como el hombre perfecto restan intensidad e interés al relato e instala en la monotonía y en el conformismo a la pareja cumbre de el universo Grey's. También tiene parte de responsabilidad en el devenimiento de las tramas la ya mencionada Teddy Altman, que si bien hace una entrada prometedora, demuestra que es incapaz de cargar con el continuo peso del foco central. Teddy pasa de secundaria a prácticamente protagonista en cinco minutos, y sinceramente, carece de la empatía suficiente con el público como para llevar tanto peso sobre sus hombros. El triángulo formado con Owen y Cristina pierde interés muy rápidamente, y al final todo se reduce a una decisión del pelirrojo, que ha perdido carisma a raudales y se ha convertido en una especie de bobo de voz grave y gran corpulencia que no sabe qué hacer ni qué querer. Mención aparte merecen los famosos Mercywesters, que llegaron siendo odiados y se marchan de la misma forma (hay que destacar en este sentido las pedantes palabras de la antipática creadora de la serie: "Si les odíais, habremos cumplido nuestro objetivo". Quedó demostrado a los dos capítulos, cuando no tenían ni idea de qué hacer con ellos salvo arrastrarles sin pena ni gloria capítulo tras capítulo para que pudieran ser sacrificados en un final apocalíptico, que por otro lado no acarrea demasiadas consecuencias), salvo April (de lejos la más interesante, con una inseguridad exasperante y la capacidad innata de sacar de quicio) y Jackson (que lo único que ha hecho durante toda la temporada es ser guapo y por eso se ha salvado de la quema).

La Season Finale vuelve a alumbrar esperanza en el corazón del espectador greysiano más veterano (Así llevamos desde la tercera, apagando y encendiendo invariable e intermitentemente) no porque un loco se líe a dar tiros por el hospital y se monte una escabechina de mil demonios (como fórmula efectiva está muy bien, pero lo importante no es eso), sino porque Cristina y Meredith vuelven a ser ellas mismas y vuelven a unirse para regalar un trabajo excepcional. De nuevo, ambos personajes crecen (no naufragan una y otra vez alrededor de un mismo concepto o idea, como acostumbran a hacer en los capítulos reguleros) y ofrecen nuevos puntos de vista. Meredith tentada ante la idea de tener un bebé y perdiéndolo segundos más tarde como lección por necesitar una bomba en su mano que amenace con estallar para darse cuenta de lo que realmente quiere. Se trata de una nueva oportunidad para explorar en el dolor innato de esta doctora que se había vuelto demasiado feliz. Echo de menos a la Meredith oscura y retorcida, pues pienso que el momento en el que Meredith alcance la verdadera felicidad debería ser el momento en el que acabe la serie.

Como decía, la serie ha cambiado. Ahora las reuniones sociales no son en casa de Meredith, ni sus protagonistas son Izzie, Cristina, Alex y George. Ahora Dereck es el jefe en más sentidos de los necesarios y dirige un cotarro de amiguitos que poco o nada tienen que ver con esos cinco internos que llegaron sin tener ni idea de cómo diferenciar los momentos para reír o llorar. La serie puede estar en mejor o peor forma, pero después de esta sexta temporada está claro que nunca volverá a ser lo que era.

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miércoles, 19 de mayo de 2010

Sexta Temporada de Mujeres Desesperadas: Tocada y ¿hundida?


(Spoilers de la Sexta Temporada de Mujeres Desesperadas a lo largo de todo el post)



Me da muchísima pena enfrentarme a lo que ha sido esta última temporada de Mujeres Desesperadas. Al fin y al cabo, no había nadie que las defendiese a capa y espada con más ahínco que yo, que se escandalizase más con cada ausencia en las diferentes listas de mejores y más prestigiosas series de televisión. Y aquí estoy, cuchillo en mano dispuesto a despedazarla, a acribillarla a navajazos y no dejar títere con cabeza. Soy consciente de que a otras, perdonarle los errores me cuesta muchísimo menos. Pero es que también me da muchísima rabia. Que fueran tan grandes antaño y tan mediocres ahora.


Y es que no sé cual es el problema: Tienen buen material, buenas actrices, ¡buenas ideas! Pero nunca saben sacarles el máximo partido y se quedan siempre en la superficie, en la ñoñada, en lo facilón. Desde la (lamentable) temporada anterior voy apreciando pequeños resquicios de ingenio que se quedan sin explotar, sin trabajar. Estoy seguro de que cambiando un par de cositas, esta última temporada quedaría mucho más reivindicable (Por ejemplo: ¡Qué tan poético habría quedado que Angie muriera junto a Patrick en el coche, dispuesta a sacrificarse en silencio con tal de cargarse a su compañero y así poder garantizar el futuro de su hijo!). Claro que con ese par de cositas conllevaría demostrar valentía y la búsqueda de lo políticamente incorrecto para no ofrecer el final más estándar posible y que menos consecuencias acarree (como no tenían miedo de hacer en sus primeros años).

No empieza del todo mal la cosa. La Season Premiere es un capítulo muy conseguido, ofrece líneas bastante ácidas (esa Lynette resentida y amarga hace incluso reconsiderar que el nuevo embarazo haya sido un error), momentos cómicos realmente divertidos (de los pocos en los que funciona esa estupidez redomada de Susan), un potencial por parte de Angie que se intuye esperanzador (pese a que el descaro de Drea de Matteo pretenda sin éxito sustituir a Edie) y esa declaración de intenciones por parte de Katherine que inquieta e intriga.

Pero más allá del impulso que supone el crimen inicial, se vuelve al naufragio de la anécdota y lo anodino. Los capítulos se suceden sin que nada importante suceda, sin que un sólo fotograma permanezca en la memoria por trascendente o si quiera resultón. A excepción de la trama de Katherine, claro. Pero los excasos minutos dedicados a su personaje se antojan insuficientes para raspar siquiera el aprobado.

Los capítulos ubicados en el ecuador, que incluyen tramas más desligadas del arco central, están destinados a despistar y maquillar el desgaste de ideas y la imposibilidad de los guinistas de dotar de continuidad y lógica a líneas argumentales basadas en personajes desgastados y desdibujados. En Boom Crunch (6.10), asistimos al accidente aéreo de una avioneta que se estrella en Wisteria Lane. Como anécdota casa perfectamente con el espíritu de la serie, pero resultó triste comprobar que lo más interesante ocurrió dentro de la cabina del piloto, con dos personajes que no conocíamos de nada. Y esto sin mencionar dos momentos bastante absurdos: Lynette salvando a Celia cual SuperGirl preñada, y toda la secuencia del aterrizaje: tan mal hecha que da hasta vergüenza. Inmediatamente después, otro episodio, digamos diferente: If... (6.11) una broma pesada sin gracia ninguna que encima aburre hasta a los muertos. Las ensoñaciones de Susan, Bree y Gabrielle son perfectas estupideces, aunténtico desperdicio de tiempo que no aporta absolutamente nada.

No pienso que sea un mal capítulo porque se desligue de las tramas que se han ido perfilando a lo largo de la temporada para ofrecer lo que suele conocerse como material de "relleno". El relleno no es tal cuando sirve para ahondar en los caracteres u ofrecer nuevos puntos de vista. Pero ver a Susan travestida en el muñeco de michelín y dando las gracias por la muerte del hombre que hipotéticamente la habría llevado hasta dicha situación imaginaria, es como para apagar la tele de golpe. Lo mismo ocurre con Gabrielle, que se pone a dar gracias a Dios y a preguntarse qué ha de tener de especial su hija para que este haya decidido salvarla (¿No habíamos quedado en que la responsable del salvamento fue la SuperGirl preñada?). Bree, por su parte, se ha convertido en una mujer irreconocible, totalmente desdibujada y dando tumbos por ahí incansable en su lucha de cargarse más a su personaje con cada palabra que sale de su boca. La trama de Bree en este capítulo es un perfecto ejemplo de plenitud de: salidas facilonas, giros de guión simplones e intenciones chusqueras de colarnosla por todos lados posibles y encima tener la desfachatez de tratar al espectador como a un idiota creyendo que se va a emocionar cuando una Bree, estúpida al máximo, se da cuenta de que un perfecto Orson nunca dejó de amarla y ella cometió el error de su vida al abandonarle.

Y finalmente, Lynette. Lo único salvable de esta pantomima de episodio (me estoy extendiendo con él porque fue especialmente alabado entre los seguidores más fieles) son sus últimos diez minutos. La historia de autosuperación la hemos visto ya demasiadas veces, pero resulta muy interesante, además de duro y aleccionador, que Patrick (el bebé) acabe muriendo. Lynette nunca aceptó su embarazo, y ahora tiene que enfrentarse a una dura lección y dolorosa pérdida, pues, para bien o para mal, Lynette conoció a su hijo solo durante los escasos minutos que duró su ensoñación: le miró por primera vez a la cara, le aceptó, le quiso y se enorgulleció de él. Sin embargo, que al final uno de los bebés (sí, recordemos que estaba embarazadísima de gemelos) sobreviva, le resta fuerza y coraje a la idea. No obstante, Felicity Huffman vuelve a ofrecer resultados y a demostrar que llora como ninguna. La actriz necesita creerse a su personaje, de lo contrario, colma su actuación de ese repertorio de muecas, grititos y gestos sobreactuados que no hay por dónde pillar. Pero como digo, el problema es del libreto, la actriz ha demostrado con creces que se mueve como pez en el agua cuando trabaja a gusto.

Otro de los episodios que me gustaría destacar es Lovely (6.15), uno de los más entrañables y aceptables de la temporada y que sirve para presentar a la impresionante Julie Benz de manera llamativamente efectiva. Pero como siempre, más allá su personaje pierde todo el fuelle y sirve para sacar a Katherine de la serie de una manera lamentable.

La recta final sigue siendo igualmente mala: la revelación de la identidad del estrangulador resulta irrelevante, pues al personaje lo conocíamos de cuatro escenas contadas y no está lo suficientemente desarrollado como para causar un impacto en el espectador. Luego intentan arreglarlo dedicándole todo un episodio. Un tedioso episodio, por cierto, que no podría contener más tópicos de biografía estándar de asesino con traumática infancia y madre abusiva. Y la Season Finale, aunque se esfuerza, no puede hacer nada para arreglar el desaguisado. Tiene algunos momentos destacables, no obstante: El comienzo, con el legado de una enfermera a punto de morir: un inicio muy negro y sobrio (no hortera y excesivamente melodramático); o el renacer de la auténtica Bree, que se mueve de nuevo en ese terreno fangoso de lo amoral, lo correcto, lo turbio y la fachada que tan bien pone Marcia Cross para ocultar lo que hay debajo; y el final de Eddie (el estrangulador) merece bastante la pena: en vez de ofrecer un previsible y episodio de supuesto thriller y fingida tensión, regalan redención, Felicity volviéndose a lucir y un discurso bastante reivindicable. Por otro lado, la resolución del misterio central no podía ser más tontaina. Y no, Patrick Logan no daba ni pizca de miedo (aunque ver a John Barrowman con un pelucón rubio en uno de los capítulos tampoco ayudaba).

A los guionistas se les ha acabado la valentía, las escenas incómodas, el humor negro, la picardía, la sátira, la crítica social (¿Quién no recuerda los pildorazos de Bree: "Rex llora después de eyacular" o "A tu padre le va el sadomasoquismo"? ¿Quién recuerda alguna frase de intención similar dentro de las enteras dos últimas temporadas?) La serie es soportable, es entretenida, de vez en cuando sueltan algún comentario ingenioso y te ríes. Pero con lo que han sido, con lo que podrían ser, lo que ofrecen resulta tristemente insuficiente. Marc Cherry se ha acomodado, su serie sigue siendo una de las más rentables de la cadena y eso le basta.

De cara a la séptima, pues ya no sé ni qué pensar. Al menos el sempiterno "misterio" recae en un personaje conocido y no tenemos que ser testigos de como, una vez más, una familia "muy tenebrosa" se muda a Wisteria Lane. No podría soportarlo de nuevo.

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