jueves, 25 de marzo de 2010

Vergüenza Nacional


Os dejo un artículo escrito por Carmen María, una chica de trece años que ofrece algún que otro punto con bastante agudeza:

Simplemente, me avergüenza que las corridas de toros sean relacionadas con España: ¿Qué pensarán de nosotros? Que somos unos salvajes, seguro. Sí, yo lo veo así.

Lo más gracioso es que a los españoles parece no importarles, ellos, mientras se diviertan, si matan a un toro, dos o a tres, claro, a ellos no les pasa nada...

Cada vez que veo en las noticias que un toro ha cogido a un torero pienso: Eso le pasa por imbécil. Sí, igual es algo cruel, ¿pero no es cruel, acaso, clavarle a un toro dos espadas, cinco, diez, verlo ensangrentado, medio muerto, y la gente disfrutando?

¿No es eso maltrato animal? Que yo sepa el maltrato animal es un delito muy grave, así que no sé por qué diablos no están todos en la cárcel.

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domingo, 21 de marzo de 2010

Skins Temporada 4: ¿Alegría? de vivir (Parte 1)


(Todo el post contiene spoilers de la 4ª Temporada de Skins)

La adolescencia puede ser la etapa más feliz de nuestras vidas, si tienes suerte, claro. Es el preludio a la zona de no marcha atrás, de no vuelta de hoja. Es el último resquicio de la infancia, de la inocencia, una etapa que ha de ser vivida con calma, saborearla, aprovecharla, pues una vez concluida no queda otra que seguir siendo un adulto durante el resto de nuestra vida.

También puede ser un periodo amargo, confuso, solitario. Y normalmente somos incapaces de superar estos sentimientos frustrantes que nonos impiden disfrutar de estos años tan especiales. De esto habla Skins, y muy especialmente esta última cuarta temporada, la más corta y visceral, triste y depresiva.

Ya la escena de apertura establece una inquietante declaración de intenciones: La desconocida Sophia, después de haberse cruzado con todos los protagonistas mientras atraviesa la multitud enloquecida que abarrota una discoteca, se arroja desde una especie de palco y se rompe la crisma en mitad de la pista de baile. Lo mismo pasó con la primera generación: fue presentada entre risas y excesos que intuíamos camuflaban un agudo desarraigo, para después hacerla viajar a los infiernos durante la segunda entrega. Esta vez, los guionistas no han escatimado a la hora de dotar de oscuridad y tinieblas, y la segunda generación de Skins las ha pasado muy putas para sobrevivir a esta enorme 4ª temporada:


Thomas es el encargado de abrir la función. Ya he mencionado la escena con que arranca la temporada, genial e impactante, que por desgracia se diluye en un episodio dedicado al personaje más dulce de esta generación. No pienso que el 4x01 sea un mal episodio, pero el contraste entre el impresionante comienzo y el posterior desarrollo del capítulo, muy lento, puede confundir al espectador. Thomas es una de las víctimas de esta segunda generación, pues Cook, Effy y Naomi monopolizan casi todas las miradas gracias a su arrolladora personalidad y apabullante destructividad. No es de extrañar que personajes menos explosivos como el bueno de Thomas, pasen desapercibidos. Por suerte, la sabiduría de Skins nos ofrece la solución: un episodio centrado exclusivamente en el Congo Man, el único íntegra y naturalmente bueno de la pandilla, que tras un año en Bristol se ha contaminado de la superficialidad de las masas empastilladas y de las compañías venenosas que inevitablemente ha estado frecuentando. El episodio de Thomas es francamente bonito, el protagonista no entiende que ocurre a su alrededor, necesita algo que le recuerde a su hogar, y eso le lleva a cometer el error de acostarse con una preciosa chica de naturaleza africana; su rol de guía y salvador de la familia se está difuminando, y los garabatos de su hermana que lo retratan como un superhéroe, ahora resultan extraños e impropios. La escena final, con Thomas llorando en su nuevo hogar, es altamente conmovedora.

Emily tiene el episodio más triste, dentro de la tónica general de tristeza que impregna cada episodio; las escenas con Naomi, inevitablemente, presagian el fin y la tragedia, pese a la música de fiesta y el atuendo mariachi. Todo el capítulo está envuelto de un halo melancólico y oscuro, más potente a medida que se van descubriendo los siniestros secretos de la difunta Sophia, y que culminará en la escena más poética de la temporada, la lectura del cuaderno de Sophia, que estremece gracias al precioso motivo musical y también a la fantástica interpretación de Lily Loveless (Naomi), aunque sin desmerecer en nada a la de kathryn prescott (Emily).

El capítulo de Cook es un caso aparte. Sin abandonar el tono oscuro, indaga dentro del personaje, ofrece nuevas perspectivas e incluso se permite el lujo de ofrecer algún que otro momento desternillante (la patética escena de la madre tocando el bajo absolutamente pasada de vueltas es impagable). Cook, a quien hasta ahora había sido más fácil odiar que amar, se reconcilia con el público en un proceso de redención que va pasando por sus diferentes y naturales etapas a lo largo de todo el capítulo. La evolución del personaje es tal, y el trabajo de Jack O'Conell es tan realal y auténtico, que incluso la persona más opuesta puede llegar a sentirse con su dolor, un dolor genuino y triste que le hiere hasta en lo más hondo, un dolor del que es incapaz de escapar y al que combate como puede y a duras penas.

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miércoles, 17 de marzo de 2010

Mis Series (Series Británicas)


1. Skins: Ya he hablado de Skins con anterioridad y ya he declarado mi fascinación por esta serie. Ya puede ofrecer mil disparates que a nivel emocional no encontrarás losa de realidad más demoledora. No sólo es un creíble y fidedigno retrato adolescente, además, es divertidísima, cautivadora, poética. A la hora de elegir a un personaje, no tengo dudas: Cassie, deliciosa en cada uno de sus míticos wows, adorable mientras viaja a los mundos de yuppie, enternecedora en su lucha de amor platónico e incondicional. Imposible de no querer.



2. Shameless: Probablemente, la mayor salvajada y gamberrada que se ha filmado jamás para la televisión. Una familia desestructuradísima y con poquísima vergüenza, empezando por un padre adicto al éxtasis, a amanecer en cualquier rincón de la ciudad o creerse al borde de la muerte. Disparate, descontrol, caradurismo, todas en una para ofrecer una serie divertidísima y que hasta es capaz de enternecer cuando se supera la barrera de lo grotesco. Yo me quedo con Sheila Jackson, el personaje más destroyer que he conocido en mi vida.


3. Torchwood: Que los efectos cutres y el tufillo a freak te engañen, esta serie merece mucho la pena. Las aventuras y desventuras de un equipo ultrasecreto que se encarga de mantener a raya todo lo paranormal que surge de una especie de brecha espacio temporal en Cardiff, son originalísimas y más que entretenidas. Si a eso le sumamos un grupo de personajes carismático y cada cual con mayores traumas sociales, un tratamiento de la sexualidad como pocas veces se ha visto y una tercera temporada que es de lo mejorcito que te puedas encontrar con respecto al género de la ciencia-ficción, te encuentras con un conjunto más que apetecible. Y el personaje: Gwen Cooper. Porque es una maldita heroína.

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martes, 16 de marzo de 2010

Guau, Guau, hace Hugo Chávez


En este interminable drama denominado marco de las
relaciones internacionales, gracias en parte al legado del gobierno de José María Aznar, España y Venezuela nunca se han llevado demasiado bien (quién dice nunca, dice desde que en 1999 el Presidente Hugo Chávez se hizo con el poder, que si de algo se ha preocupado el bolivariano es de mantener a su país en la mira de los medios de comunicación, a base de imponer su excéntrico carácter y su talante fanfarrón y provocativo).

Por todos es sabido que en esto de la política, más aún si el asunto trasciende más allá de las fronteras de casa, la ambigüedad y la cautela son las madres de cada declaración, más por primorosa necesidad que por otra cosa. Bien, el Presidente Chávez parece no compartir esta guisa, no tiene reparos en decir esta boca es mía y montar una escena. De ahí que etiquetara a Aznar de fascista durante la Cumbre de 2007 (hecho que marcó un antes y un después, sobre todo a nivel popular), bien por la incapacidad de olvidar unos asuntos transcurridos durante el año 2002 (el intento golpista en el que supuestamente participó Aznar y que sirvió para apartar a Chávez del poder durante dos días), bien porque no se le ocurrió nada más efectivo con lo que poder dar la nota.


Las relaciones entre países son un asunto delicado y no se puede incurrir en este tipo de descalificativos sin esperar una consecuencia. No seré yo tampoco (magnífico Zapatero en su discurso por la apología del respeto, en contraposición a un Juan Carlos fuera de tono y con una vistosa pero aparentemente simpática habilidad para meter la pata que lo asemeja con Chávez más de lo que a él le gustaría) el que se encuentre cerca de las ideas de Aznar, pero resulta curioso que el ex presidente español sea tachado de fascista por alguien con un gobierno populista con esquemas totalitarios y que concentra sobre su persona más poderes de los que debería.

El caso es que el presidente venezolano, con su discurso revolucionario y polemista, parece más preocupado en declarar enemistades y montar trifulca que en mantener contenta a la población, cuando las encuestas confirman que la inseguridad, el desempleo, la falta de vivienda y la corrupción son la principal preocupación para los venezolanos. Ahora las tensiones entre ambos países vuelven a estar de máxima actualidad cuando se descubre que el gobierno venezolano pudo haber colaborado con ETA. Nadie ha parecido asombrarse más ante esta posibilidad que, una vez más, el presidente Hugo Chávez, que ofendido, ha calificado de infames dichas acusaciones. Tanto se ha molestado, que ha rehusado en ofrecer cualquier tipo de explicación, culpado (una vez más) a la derecha española de promover el problema, e incluso reiterado su compromiso de seguir colaborando con el gobierno español para acabar con el terrorismo. Nosotros tenemos que contentarnos de que al menos no nos ha obligado a pedirle disculpas. Por si acaso, Chávez aclara: España perdería más que Venezuela si las relaciones se deteriorasen. Bueno, ya saben lo que dicen: perro ladrador, poco mordedor. A mí Chávez me parece más un caniche que un dobermann.
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lunes, 15 de marzo de 2010

Agatha Christie's Mousetrap: 58 años de intriga


Cuadro ARTÍSTICO:

María Castro como Mollie Ralston

Leandro Rivera como Giles Ralston

Gorka Otxoa como Trotter

Guillermo Muñoz como C. Wren

Aroa Gimeno como Miss Casewell

Paco Churruca como Paravicini

Maribel Ripoll como Miss Boyle

Álvaro Roig como Metcalf

Cuadro TÉCNICO: Director - Víctor Conde; Escenografía - Ana Garay; Iluminación - Carlos Alzueta; Música - Marc Álvarez


58 años lleva representándose en Londres The Agatha Christie's mousetrap, de forma ininterrumpida. El legado de la reina del crimen se ha convertido en leyenda.

La ratonera es una adaptación del relato corto Tres ratones ciegos, que contiene todos los ingredientes que conforman el estilo de la autora: ambientes cerrados y opacos, gran abanico de sospechosos, multitud de secretos y un final inesperado.


Desde el 21 de enero se está representando en España una nueva versión de La ratonera, de la mano de Víctor Conde (quien al parecer es uno de los mejores profesionales del género teatral en nuestro país), que está gozando de éxito considerable y comentarios bastante agradables. No es de extrañar (teniendo en cuenta los datos anteriormente mencionados) que el público se sienta atraído por la función, no solo la fama de la obra basta para cautivar a la gente, además, se ha dotado de actualidad al texto, modernizándolo y añadiendo toques humorísticos que sientan muy bien al relato. Hay que añadir, también, el atractivo que supone un reparto lleno de caras televisivas que seguro acaparará la curiosidad de más de uno.

El teatro Reina Victoria es un recinto elegante y acogedor, no excesivamente ostentoso y de tamaño moderado. Excelentemente situado en el centro de Madrid, ofrece buena sonoridad (aunque en algunos momentos se habría agradecido un poco más de volumen) y visibilidad desde casi cualquier punto de la sala. También el precio de las entradas resulta bastante asquible y atractivo, en torno a los 18 euros, por lo que adquirir un par de tickets para el fin de semana está al alcance de cualquiera.

Víctor Conde cumple con éxito su intención de, pese a encontrarnos con una obra de concepción clásica, presentar dichos referentes clásicos de manera contemporánea. Esta puesta al día ofrece nuevas perspectivas de los caracteres, como puede ser la ambigüedad sexual del personaje interpretado por Guillermo Muñoz; o toques de humor que agilizan la acción, ausentes en el original de Christie. También hay que destacar la escenografía diseñada por Ana Gray, sobria, fina e inquietante, que recrea a la perfección ese ambiente opresivo y claustrofóbico que Agatha Christie maneja tan bien en sus novelas. La música de Marc Álvarez también es acertada, ofreciendo fuerza en los momentos de tensión (comenzando por el mismísimo inicio, francamente potente, que presenta a cada uno de los personajes como si fueran simples peones a eliminar con el fin de dar con el asesino), e inquietud durante todo el transcurso de la obra. En lo que respecta a la creación de de una atmósfera para el suspense y la intriga, el trabajo realizado es fantástico y no existe un solo pero que pueda enturbiar el resultado final.

Sin embargo, no todo son elogios. Conformar un reparto a base de rostros populares y de actualidad puede resultar un arma de doble filo. Quizás atraiga al público, pero puede que el talento interpretativo no esté a la altura de las circunstancias. Casi todos aprueban el examen, no obstante, y de entre todos ellos hay que destacar, en primer lugar, a Maribell Ripoll, la más veterana, que se mete en la piel de una señorona arrogante y consentida; y en segundo, a Leandro Rivera, que interpreta a un marido celoso y de fuertes impulsos. Ambos ofrecen una interpretación solvente y creíble, contenida y ofreciendo la intensidad necesaria tanto en los momentos cotidianos como pesadillescos. No lo hace mal la debutante María Castro, curiosament emás cómoda en los momentos de grito y terror; ni el simpático Guillermo Muñoz, anteriormente mencionado, que ofrece casi todos los momentos cómicos de la función, encarnando al más excéntrico y entrañable de todos los personajes. Demasiado caricaturizados están Aroa Gimeno y Paco Churruca, aunque no molestan; mientras que el personaje de Álvaro Roig resulta irrelevante. Por desgracia, no ocurre con Gorka Otxoa, la oveja negra de la familia, incapaz de llevar el peso de un personaje importante como es el del detective Trotter. En ningún momento resulta creíble, ofreciendo una interpretación plana en la que solo ofrece dos registros: o el grito desagradable o el continuo atropello de palabras sin alma. Su falta de dicción es intolerable para un actor de teatro y su intento de satirizar al personaje, fallido. Se trata de un absoluto e incomprensible error de casting que puede dar al traste con todos los aciertos que anteriormente he ido mencionando.

Es cierto que el trabajo de Otxoa es una traba difícil de pasar por alto, pero si el espectador logra ignorarle, sin duda disfrutará de dos horas sobre la butaca de puro entretenimiento y agudo ejercicio de ingenio. Imposible no caer en la trampa de teorizar en busca del culpable, y más satisfactorio el juego que ofrece a base de datos trampa y datos clave en el asunto. La ratonera logra con creces su cometido, convertir al espectador en detective, y por el camino, divertirle, agradarle, hacerle reír. Una vez visto el espectáculo, se comprende perfectamente el éxito que acompaña a esta fantástica obra teatral. ¡A por otros 58 años!

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domingo, 14 de marzo de 2010

Los Cranberries han vuelto, larga vida a Los Cranberries


Amaneció frío y nublado en Madrid, durante toda la semana algunos rayos de sol se habían atrevido a dar la cara, pero el viernes volvieron a quedarse dormidos. El despertador sonó a las nueve de la mañana, quizá antes, ya no recuerdo, y el trayecto hacia el Palacio Vistalegre no presagió nada bueno. Algunas gotas de osada lluvia amenazaban con arruinar el largo día de cola y esterillas y músculos engarrotados durante la espera.

Sencillamente, un concierto que no haya sido precedido de horas sesgadas en las que, arrojados en mitad de la calle, los seguidores del grupo en cuestión tarareen algunos temas o se aventuren a adivinar el setlist, no es lo mismo. Al menos eso pienso yo. Con esta filosofía no es de extrañar que la fantástica Sadie y yo llegásemos cuartos a la cola y, después de pasar frío y nervios durante todo el día, consiguiésemos la tan ansiada primerísima fila.


La ocasión era especial. La banda se había disuelto hacía prácticamente nueve años y nadie esperaba que se volvieran a reunir. Aquellos seguidores más jóvenes que no hubieran podido verlos en directo durante sus años dorados se iban a quedar con las ganas. Pero aquí estaban otra vez, sin publicar material nuevo desde ni se sabe (si no contamos con los discos en solitario editados por Dolores) y capaces de abarrotar el Vistalegre. Como en sus mejores tiempos.

El concierto fue todo un homenaje a los fans, la balanza entre singles y temas inesperados estuvo equilibrada, pese a que las últimas tendencias parecían indicar que se limitarían a interpretar los hits más sonados y poco más. Pero no, sorprendieron muchísimo con Liar, nadie se la esperaba, y otro tanto con Shattered o Desperate Andy. Claro está, el setlist perfecto no existe, y yo hubiera cambiado las tres por el inigualable Daffodil Lament, que sin embargo si la habían tocado una que otra vez durante esta gira, o por alguna otra ya calificable de fetiche que sin embargo sabía que no iba a caer ni en broma (Joe, Bosnia, The Icicle Melts).

Pero daba igual, Dolores estaba a tan sólo un par de metros, sus bailecillos folklóricos atrapaban y animaban a partes iguales, y su entrega con el público fue máxima. Lástima que no se encontraba al 100% vocalmente, y lástima que el sonido del Vistalegre no fuera óptimo en absoluto, pues el sonido obtenido en los CD's que se grabaron cual freidora pone a chamuscar patatas fritas carecía del emborronamiento que se percibía en directo. También habría sido de agradecer que tanto Noel como Mike hubieran siquiera sonreído una de tantas veces en las que su nombre fue vitoreado.

Pero a pesar de estos pequeños inconvenientes, el concierto lo disfruté muchísimo, entregándome al máximo pese a sentirme rodeado de un público ligeramente hierático, más preocupado en sacar posibles defectos a una melodía del bajo o en sacar fotos a Dolores desde todos los encuadres posibles. En fin, esperemos que este sea el principio de muchos más, el público sigue recordándoles, queriéndoles, e incluso a día de hoy aparece gente nueva que acaba de subirse al carro. Y siempre la habrá, porque son buenos. Son grandes. A ver si es verdad que el nuevo disco no se hace esperar y que podemos seguir disfrutando de ellos al menos una década más. Porque no, los discos de Dolores no han sido lo mismo.

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miércoles, 10 de marzo de 2010

Mis Nuevas Series y Series que he abandonado

Nuevas Series:

1. Glee: El estreno de la temporada. Pocos son, en esto de las series por internet, los que no han sucumbido a los encantos de estos chicos cantores. Del creador de la reivindicable Popular, el reivindicado Ryan Murphy, nueva vuelta de tuerca a la dicotomía populares/fabulosos vs freaks/inadaptados. Personajes histriónicos en cada plano, aunque la prometida mala leche se limita al personaje de Sue que a veces está pasado de rosca. A mí me gusta la histérica y señoritinga Rachel, fantásticamente encarnada por Lea Michele.



2. Modern Family: Pues el otro estreno de la temporada. Sí, hay otros por ahí, The Good Wife, Community..., pero son estas dos las más descargadas y prodigadas. Modern Family es efectiva, hace reír, aunque no sea excesivamente innovadora y la fórmula con final enternecedor apesta a moralina made in ABC. Me enganchó muy rápido, pero ahora me encuentro un poco más distante con ella. La que más me hace gracia es Gloria, un estereotipo como una casa, pero mira, sus líneas describiendo como maquillaba a Manny cuando era un bebé, me mataron.


Series que he abandonado:


1. Smallville: Tiene el honor de inaugurar este apartado, porque yo no abandono nada. Por muy malo que sea un producto, si he decidido continuarlo, siempre encuentro alguna excusa o algo rescatable que me anime a seguir viéndo capítulos. Sin embargo, esta chicle está tan estirado que sencillamente se hace imposible. Quizá todo se deba a que he crecido y ya está, pues la serie se ha quedado anclada en los trece añitos.


2. Flashforward: Simplemente, es muy mala. Naufraga en su propia premisa: no tiene sentido que Bendford esté aterrado ante la perspectiva de que su futuro se cumpla y sin embargo no pueda esperar a colgar la siguiente fotografía en el dichoso panel. Además, la pareja protagonista tiene cero carisma: Fiennes lo hace fatal, y a Cho lo queremos ver muerto por mucho que nos ponga caritas de pena. La peligrosa coralidad ha hecho mella: los personajes son más planos que una tabla de planchar y de paso nos queda claro que Lost no hay más que una. Lo único bueno, la selección músical, nos han ofrecido temazos como To Sheila de los Smashing o It's so quiet de Björk.


3. V: Si no hubieran plantado un parón a los cuatro capítulos quizá aún le estaría dando una oportunidad. Pero con la muestra que ofrecieron, dejar la serie en suspenso no fue buena idea. Mucho efecto especial y mucha navecita, pero el resultado era más frío que el hielo. Lo peor: Elizabeth Mitchell. En Lost está estupenda, pero aquí es incapaz de deshacerse de su Juliet: La misma mirada serena pero inquieta que se clava, la ceja levantada en señal de duelo y autodefensa, o la voz susurrante y dulce que pretende intimidar pero que esconde inquietud. El resto tampoco me gustó especialmente, por lo que seguir tampoco tenía mucho sentido.


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martes, 9 de marzo de 2010

¿A quién le importa?


Hay temas espinosos, polémicos, que siempre darán qué hablar. La eutanasia es uno de ellos, de esos cuya mención basta para poner los pelos de punta. La gente rara vez se pone de acuerdo sobre las más absurdas nimiedades, y suelen emocionarse demasiado cuando el tema trasciende más allá del saloncito de casa. A todos les encanta opinar. Aunque no les importe lo más mínimo. Aunque no tengan ni idea de qué va la cosa.

El que esté libre de pecado que tire la primera piedra. Pero las voces moralistas no esperan un segundo para lanzarse al cuello, ni prudentes, ni sabias; tan solo arremeten contra todo lo que está a su alcance, sin dar tregua, y siempre en busca de más. Una vida que no es vida nunca debería ser impuesta a la fuerza, pero parece que el papel de juez gusta al populacho, que se cree con la potestad de poder otorgarle a alguien semejante castigo. Luego tendrán el santo rostro de excusarse, alegando hablar en pro de la inviolabilidad de la vida humana o pamplinas similares.


Seamos claros: con el pretexto de dar consuelo a unos fieles que viven por y para el desengaño, la religión, las religiones, a lo largo de los años, se han convertido en una lacra que, hoy en día, en su discurso desesperado y patético que busca llamar la atención, fastidia sobremanera. No se comprende, por tanto, que aún sus instituciones conserven poder, credibilidad, capacidad para movilizar o impedir el avance. Objetivamente, la religión es máxima responsable de guerras e intolerancia, fanatismo y obcecación, engaños y manipulaciones. Y es que estaba claro, un dogma que gusta de opinar de todo y por todos, había de triunfar entre un pueblo cotilla y metomentodo.

Ciertamente, no existe tal debate. O no debería. Por supuesto, habrá miles de casos. Para eso están los entendidos. Pero toda persona con plenas facultades mentales debería ser escuchada. Sólo hay que escuchar. Por un momento, escuchar antes de condenar. Porque sencillamente, a nadie le importa. Algunos se han dado cuenta que castigar con la muerte es un error tristísimo. A ver cuando se dan cuenta de que castigar con la vida supone el mismo sinsentido.

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