martes, 16 de marzo de 2010

Guau, Guau, hace Hugo Chávez


En este interminable drama denominado marco de las
relaciones internacionales, gracias en parte al legado del gobierno de José María Aznar, España y Venezuela nunca se han llevado demasiado bien (quién dice nunca, dice desde que en 1999 el Presidente Hugo Chávez se hizo con el poder, que si de algo se ha preocupado el bolivariano es de mantener a su país en la mira de los medios de comunicación, a base de imponer su excéntrico carácter y su talante fanfarrón y provocativo).

Por todos es sabido que en esto de la política, más aún si el asunto trasciende más allá de las fronteras de casa, la ambigüedad y la cautela son las madres de cada declaración, más por primorosa necesidad que por otra cosa. Bien, el Presidente Chávez parece no compartir esta guisa, no tiene reparos en decir esta boca es mía y montar una escena. De ahí que etiquetara a Aznar de fascista durante la Cumbre de 2007 (hecho que marcó un antes y un después, sobre todo a nivel popular), bien por la incapacidad de olvidar unos asuntos transcurridos durante el año 2002 (el intento golpista en el que supuestamente participó Aznar y que sirvió para apartar a Chávez del poder durante dos días), bien porque no se le ocurrió nada más efectivo con lo que poder dar la nota.


Las relaciones entre países son un asunto delicado y no se puede incurrir en este tipo de descalificativos sin esperar una consecuencia. No seré yo tampoco (magnífico Zapatero en su discurso por la apología del respeto, en contraposición a un Juan Carlos fuera de tono y con una vistosa pero aparentemente simpática habilidad para meter la pata que lo asemeja con Chávez más de lo que a él le gustaría) el que se encuentre cerca de las ideas de Aznar, pero resulta curioso que el ex presidente español sea tachado de fascista por alguien con un gobierno populista con esquemas totalitarios y que concentra sobre su persona más poderes de los que debería.

El caso es que el presidente venezolano, con su discurso revolucionario y polemista, parece más preocupado en declarar enemistades y montar trifulca que en mantener contenta a la población, cuando las encuestas confirman que la inseguridad, el desempleo, la falta de vivienda y la corrupción son la principal preocupación para los venezolanos. Ahora las tensiones entre ambos países vuelven a estar de máxima actualidad cuando se descubre que el gobierno venezolano pudo haber colaborado con ETA. Nadie ha parecido asombrarse más ante esta posibilidad que, una vez más, el presidente Hugo Chávez, que ofendido, ha calificado de infames dichas acusaciones. Tanto se ha molestado, que ha rehusado en ofrecer cualquier tipo de explicación, culpado (una vez más) a la derecha española de promover el problema, e incluso reiterado su compromiso de seguir colaborando con el gobierno español para acabar con el terrorismo. Nosotros tenemos que contentarnos de que al menos no nos ha obligado a pedirle disculpas. Por si acaso, Chávez aclara: España perdería más que Venezuela si las relaciones se deteriorasen. Bueno, ya saben lo que dicen: perro ladrador, poco mordedor. A mí Chávez me parece más un caniche que un dobermann.

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