lunes, 14 de diciembre de 2009

Biografía de una Desesperada: LYNETTE SCAVO (6ª Temporada, episodios 01-09)


Puede que las bajísimas expectativas me llevaran a considerar que el comienzo de la sexta temporada no fuera del todo malo.

El nuevo embarazo de Lynette me había parecido una salida desesperada y un no tener ni idea de qué hacer a continuación. Sin embargo, tras el visionado de la nueva Season Premiere llegué a pensar que si seguían los pasos adecuados, quizás la idea no fuera tan mala.

Sin ir más lejos, hay un par de momentos bastante buenos, derivados de esta nueva situación: Una Lynette más resentida y cínica que nunca, arruina la inocente ilusión de una madre primeriza en una escena divertidísima en la que, necesitada de implantar doctrina, imponer su causa y abrir los ojos al mundo para que conozcan su verdad, sale a relucir la auténtica Lynette, aquella que enterraron la temporada pasada. El segundo momento es en el que Lynette lleva su sentimiento de rechazo a la maternidad hacia el extremo más absoluto: No quiere a los bebés. No los ama. Consideré que, finalmente, podía ser interesante explorar ese sentimiento “antinatural” de completo rechazo a ser madre de nuevo. Sin embargo, leo por ahí que los ejecutivos de la ABC truncaron los planes de los guionistas de llevar a cabo un aborto, en una muestra más del daño que le ha hecho la moralina de la cadena de Disney a esta serie, que habría sido tan absolutamente maravillosa en una cadena de pago que no la censurara cada vez que intentara mearse fuera del tiesto.

Si bien el nuevo embarazo de Lynette podía parecer una salida desesperada para volver a encauzar el personaje y llevarlo de vuelta a los inicios, a partir del segundo episodio de la sexta temporada los guionistas dejan bien claro que esa nunca fue la intención. En vez de abrir sus tramas a un ámbito más familiar, se sigue naufragando en la persistencia de dar vueltas sobre la manida inmadurez de Tom, quien ahora ha decidido matricularse en la Universidad en un nuevo intento para encontrarse a sí mismo (la mejor forma de hacerlo sería que Lynette por fin le diera un par de bofetadas).

Por otro lado, comprobamos con tedio que sigue trabajando para Carlos Solis, y pese al poco interés que pueda despertar esta situación, si se agradece que Tom aparezca menos en pantalla cuando la trama gira sobre cualquier asunto en la oficina. Me parece un acierto que se oculte el embarazo ( aunque la razón principal sea la promoción laboral también subyace el hecho de que Lynette no desee a estos bebés), puesto que da lugar a algunas situaciones simpáticas (el episodio del vino, el aumento del tamaño de los senos, el uso de la ropa de Tom para disimular el tamaño del vientre) y conduce a la primera situación realmente interesante que tiene lugar desde que Lynette y Carlos comenzaran a trabajar juntos: El jefe descubre el engaño y le hace mobbing a la empleada para obligarla a dimitir. Por primera vez, no nos ofrecen situaciones tediosas que nos son totalmente indiferentes, sino que se despiertan sentimientos y se plantea debate, se permite al espectador situarse de un lado o del otro y da cierta sensación de esperanza de cara a los episodios venideros.

Esperemos que la situación entre los Scavo y los Solis no se resuelva con esas salidas tan simplonas y amables de las que nos tienen acostumbrados los guionistas, sino que dé lugar a una buena trama de enfrentamiento entre jefe y empleada y que ambos peleen por sus intereses durante algunos capítulos más. Seguro será bastante más interesante que el siguiente episodio de crisis de los cuarenta de Tom, que me temo sea el comodín guardado para cuando termine el arco argumental actual.

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domingo, 13 de diciembre de 2009

Citas de Series: Anatomía de Grey


"Shut up. I'm your person."
(Meredith Grey - 2x01. Raindrops keep fallin on my head)
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viernes, 11 de diciembre de 2009

Biografía de una Desesperada: LYNETTE SCAVO (5ª Temporada)


Season Finale de la cuarta temporada. Salto en el tiempo de cinco años. Se nos muestra un atisbo de cómo serán las vidas de las desesperadas. Fin de la cuarta temporada. Boca abierta.

Marc Cherry promete que este quinto año será como volver a empezar. Un lavado de cara completo y unos personajes dispuestos a ser construidos de nuevo. Ante esta declaración de intenciones, la expectación ante esta quinta temporada no podía ser mayor. Tampoco pudo ser mayor la decepción.

Es innegable que la premisa inicial para Lynette era interesante: Hasta ahora había destacado por ser la madre desquiciada de una vasta camada de críos endemoniados. Ahora, tendría que lidiar con algo mucho más peligroso que mocosos armando jaleo: adolescentes. Durante cuatro temporadas habíamos asistido al proceso educativo de los cuatro niños Scavo, y verlos mayores, casi adultos, además de curioso, resultaba incluso conmovedor, pues habíamos sido testigos de su crecimiento. La cosa empieza bastante bien: Porter y Preston son guapos, populares, rebeldes, y el matrimonio no se pone de acuerdo ante la política educativa a seguir. Todo esto suena a viejo, pero el punto de vista es totalmente novedoso: Tom admira a sus hijos porque representan algo que él nunca fue (recordemos que él era el pardillo que tocaba la tuba en la banda del colegio) y tiende a justificarles, y Lynette es incapaz de conectar con ellos emocionalmente (los chicos son fríos y distantes con su madre, pues representa la autoridad que les frena y controla) y ante la frustración, montará alguna de sus escenas para conseguir lo que quiere (el episodio del chat no es demasiado original, aunque sirve perfectamente para dar de manifiesto el problema de comunicación existente entre madre e hijo).


Las cosas no le habrían ido mal a Lynette si hubiera seguido estos derroteros, pero incomprensiblemente, los guionistas dan palos de ciego en busca de darle algo de sentido a sus tramas, cuando fácilmente podrían haber seguido exprimiendo la premisa de madre desesperada atormentada por hijos adolescentes. Preston, Parker y Penny tienen un papel testimonial durante toda la temporada y Porter consigue una trama con tintes de culebrón que sin embargo destaca como lo más interesante de lo todo que vendrá después. El hilo correspondiente al affair amoroso entre Porter y la madurita, pero atractiva, Anne Schilling podría haber sido un acierto si le hubieran dado el tratamiento adecuado. Hubiera sido interesante asistir a otro romance con notable diferencia de edad entre los enamorados (ya tuvimos a Gabrielle y a John en la primera temporada) pero esta vez seguido desde el punto de vista del joven apasionado que se deja engañar por alguien que lo usa como salvavidas. Sin embargo, prefieren colocarnos un embarazo ficticio, un marido malísimo, una trama judicial y una huída en menos de cinco capítulos. Los guionistas han olvidado que no necesitan giros rocambolescos o acontecimientos mega dramáticos para crear interés. En la primera temporada, Lynette se bastaba ella misma para capturar la atención de la cámara, sólo necesitaba meter a sus hijos en un colegio privado, terminar a tiempo una tirada de disfraces o defender a una sordomuda que ha sido insultada por su marido. Han olvidado lo que hacía grande a esta serie, lo que hacía que miles de amas de casa se sintieran identificadas con el personaje de Felicity Huffman: hacer de lo cotidiano lo excepcional. Eso es lo que Lynette necesitaba en esta quinta temporada para lidiar con sus hijos adolescentes, no acusaciones de asesinato. Sin embargo, como ya dije, toda esta trama es, tristemente, lo más interesante que le ocurre a Lynette durante el quinto año. Es más, en uno de los capítulos se llega a una situación muy destacable: Tom y Lynette sopesan las posibilidades de que Porter sea el responsable de la muerte de siete personas. Tom pregunta a su mujer qué deberían hacer. Ella responde, sin ningún tipo de temblor en la voz, que van a proteger a su hijo. Incluso si ha cometido la mayor de las atrocidades. Durante estos instantes, la serie vuelve a ser grande, vuelve a encontrar su esencia: Una madre que después de volver de hacer la compra en el supermercado es capaz de aceptar que su hijo sea un asesino. El mal viviendo tras grandes ventanales y casas impecablemente decoradas. Una ama de casa asegurándose de proteger dicho mal. Lástima que Porter sea declarado inocente a los dos minutos y todo se resuelva con un puñado de confeti en el aire.

Nada más destacable para Lynette, pese a que la trama de Porter con la justicia finaliza en el episodio doce de veinticuatro. Quizás, el conflicto que surge entre Lynette y Tom en una cena en la que ambos intentan desprestigiarse mutuamente para hacer méritos y conseguir un trabajo, que desemboca en un pildorazo de humor negro e incomodidad que no se veía desde que Bree soltó el famoso Rex llora después de eyacular: Tom dice acerca de Lynette que es una buena y eficiente trabajadora, con brillantes ideas. Siempre que no le vuelva el cáncer, claro.

A partir de aquí, nada de nada. Lynette vuelve a trabajar pese a que la peor cara de este personaje ya la vimos durante la segunda temporada, precisamente al animarse a volver al mundo laboral; y Tom viaja a los infiernos ofreciéndonos la versión más patética y desdibujada de sí mismo cuando anuncia con la boca bien abierta que quiere hacerse una operación de cirugía estética. Todo esto deviene en un cúmulo de sinsentidos cuya única finalidad es rellenar tiempo y poder finiquitar esta especie de proyecto de temporada que no tiene otra brillante forma de rematarse que con el anuncio de ¡gemelos! en un embarazo tan inverosímil como inverosímil ha sido ver la firma de Marc Cherry en cada uno de los episodios de este desastre audiovisual.

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miércoles, 9 de diciembre de 2009

Biografía de una Desesperada: LYNETTE SCAVO (4ª Temporada)



Si la tercera temporada se ve afectada por el embarazo de Marcia Cross, en esta ocasión, la huelga de guionistas hace estragos y la que podía haber sido la mejor temporada desde la primera, termina de forma precipitada e irregular. Si bien, es cierto que Lynette es la menos perjudicada, de nuevo, de entre el resto de desesperadas.

El surgimiento de un cáncer que amenaza con destruir su vida adulta, coincide también, con el regreso de otro cáncer que bien pudo haber arruinado su infancia: su madre. Propuesta interesante a todos los niveles no sólo por las posibles situaciones cómicas o los más que probables conflictos debido al choque de caracteres, sino también por las tremendas posibilidades que ofrece la aparición de un personaje que ha sido tan determinante para que Lynette sea como es hoy en día.
Stella Wingfield se emborrachaba, pegaba a sus hijas, se perdía las audiciones teatrales y cambiaba de pareja con cada puesta de sol. Lynette, como la mayor de tres hermanas, se vio obligada a madurar de forma precoz, a agarrar al toro por los cuernos y dar dos buenas voces para hacerse valer en cualquier ámbito. Los primeros episodios derivan entre el resentimiento de la hija y el intento de redención de la madre, que quiere comportarse como tal por primera vez en su vida. Así, durante los primeros ocho capítulos (los que abarcan la trama del cáncer), asistiremos a la progresiva reconciliación madre e hija y a la superación de la enfermedad. La presencia de Stella, finalmente, ha propiciado un puñado de buenos momentos (algunos impagables como el momento de confusión de bolsos durante el recital de Parker o el episodio de la marihuana en la fiesta de charadas) pero no ha sabido aprovechar del todo el gran abanico de posibilidades dramáticas que la interacción entre las dos podía ofrecer, ni ha sabido aprovechar la buena química que emanaba desde su primera aparición en el último episodio de la tercera temporada. Sí sirvió, por otro lado, para conocer a las hermanas de Lynette, en un simpático episodio cuyo único elemento destacable era el personaje de Lydia, la hermana menor y absoluto contrapunto de nuestra desesperada, en el que de nuevo todo quedó en la superficie, sin llegar a producir nunca verdadero espectáculo; o para conocer a uno de los padrastros, un señor simpático y de mirada angelical que sin embargo sólo sirvió para darle una salida facilona al personaje de Stella.

Hay que destacar de entre todo esto la forma en que el cáncer por fin es superado y Lynette vuelve a renacer en cierto modo. Todo tiene lugar durante el sexto episodio, el mejor de la temporada y uno de los mejores de la serie, en el que Lynette intenta por todos los medios eliminar a un topo que ha acampado en la propiedad y que amenaza la vida de su jardín, de su hogar, por asociación. Como metáfora del cáncer, la figura del topo amenazando la estabilidad de su familia es bastante simplona y cogida por los pelos, pero no se puede negar que es efectiva. Pues cuando Lynette descubre que el topo ha muerto justo después de recibir las buenas noticias (el cáncer se ha ido), y llora ante el cadáver del animal a la vez que le pide perdón, la magia es tal que la sensación de inverosimilitud desaparece por completo para dar lugar a una de las escenas más estremecedoras de la serie.

Tras la mencionada huelga de guionistas y proviniendo del famoso episodio del tornado, que culminaba con el cliffhanger más espectacular vivido en la serie, Lynette sufre un episodio de iluminación divina y necesita acudir a la iglesia para obtener respuesta a varias preguntas que rondan por su cabeza. Se ofrece en este capítulo un interesante duelo entre la necesidad del ser humano de conseguir explicación ante cuestiones que no logra comprender (encarnada en Lynette) y la fe ciega que se traga con papas todo lo que le cuentan, limitándose a rezar los avemarías necesarios por cada pecado porque eso es lo que hay que hacer (que es el caso de Bree). Después de todo eso se produce la vuelta de Rick a la serie, aunque esta vez el reencuentro sirve para poco más que crear algo de conflicto con el que rellenar episodios; y más tarde, la oportunidad para Kayla de recibir por fin la atención merecida, resolviéndose un conflicto que llevaba aparcándose bastante tiempo. Kayla siempre fue un personaje interesante, no sólo por encarnar a una niña diabólica, sino por tener un trasfondo dramático importante y por saber poner a Lynette en situaciones límite. Sin embargo, la resolución facilona de esta trama (largando a la niña y punto) supone una decepción no sólo por haberse optado por seguir el camino más simple, sino porque se traiciona la integridad de Lynette, quien había prometido cuidar a Kayla como si fuera su propia hija. Lo interesante hubiera sido asistir a los problemas que surgieran durante este proceso y a la evolución de la relación entre las dos. Por eso pienso que sacar a Kayla de la serie fue un error que dejó en muy mal lugar a Lynette, que si realmente hubiera considerado en tratar a Kayla como una más, jamás la habría largado de casa.

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martes, 8 de diciembre de 2009

Biografía de una Desesperada: LYNETTE SCAVO (3ª Temporada)


Temporada extraña y con altibajos, marcada por el embarazo de Marcia Cross y la ausencia de un misterio central durante la última tanda de capítulos. Sin embargo, cabe esperar que, dada la poca trascendencia que tienen las tramas de misterio en la vida de Lynette, dicha situación no afecte demasiado a su personaje. Esto se cumple sólo en parte.

Lo expuesto anteriormente provoca cierta inestabilidad en las tramas individuales y, ciertamente, al menos tres etapas sucesivas perfectamente diferenciadas en lo que concierne al personaje de Lynette: La evolución del tándem Nora-Lynette, la etapa de apertura del restaurante y la aparición de Rick como amenaza final hacia el matrimonio.

La presencia de la odiosa Nora supone un complemento perfecto para Lynette durante los primeros episodios. Dos personalidades explosivas que dan juego y propician situaciones muy divertidas. La tajante Lynette tiene que lidiar con una especie de kamikaze psicótica que supone una amenaza para su familia. El breve arco de episodios que abarca esta relación hubiera recibido el aprobado con limitarse a ofrecer situaciones disparatadas y mucha confrontación. Pero va más allá: la interacción es tan intensa que acaba por formarse un vínculo entre Lynette y Nora, que termina tras los emotivos y espectaculares acontecimientos del explosivo séptimo episodio (Bang!). Así, en uno de los capítulos intermedios, Nora espeta a nuestra desesperada:

Tom no te ha dicho nada porque eres el tipo de persona que dice “adelante” cuando alguien te cuenta que se piensa suicidar.

Resultaba que Tom odiaba el mundo de la publicidad, y Lynette recibe este jarro de agua fría sin otra opción que agachar la cabeza. Lynette necesita escuchar, comprender, cerrar la boca y considerar otros puntos de vista. Un intento de redención la llevará entonces a aceptar que Tom, en busca de un sueño para cumplir, regente una pizzería, pese a que desde el principio supo que la idea era terrible. Pero antes de que Lynette decida apoyar a su marido, renunciar a su carrera por segunda vez y pasar a ser pareja laboral y sentimental de Tom, tiene lugar una interesante sub-trama de pedofilia y problema social con ella de protagonista. Los tres episodios que abarca la mini historia del nuevo vecino, Art, son lo mejor que le ocurre a Lynette en esta temporada: La siniestra amenaza; la incierta sensación de peligro; la cuestionable tendencia de Lynette a remover cielo y tierra por y para lo que considera su causa; el abarque, aunque sea superficial, de los peligros que atañan las masas enfurecidas; y el oscuro y poderoso final que, a tono con la filosofía de la serie, demuestra que el mal suele vivir bajo luces de color, sonrisas encantadoras y camisetas de superhéroes.

Con esto, llega el momento de convertirse en empleada. Desde el principio, Tom deja muy claro que él es el jefe, hacer pizzas es su sueño y nadie se lo va estropear. El viaje de Tom hacia la crisis de los cuarenta aún no habrá culminado, aunque parezca que lo ha hecho. Ser un padre cariñoso y un marido atento (en ocasiones), dulce y considerado no le libra de estar poseído por unos demonios muy peligrosos. Un hombre que no es especialmente bueno en nada (nunca pareció detestar la carrera de publicidad hasta que quedó más que demostrado que su esposa tenía mucho más talento que él), ni siquiera para quedarse en casa con los niños, y que se ve atrapado hasta sentir la necesidad de marcar su territorio ante una mujer en principio intelectualmente brillante y de carácter dominante, visceral y acaparador.

La aparición de Rick como encarnación tangible y personificada de todos los problemas acumulados es la manera perfecta de rematar la trayectoria seguida por esta pareja durante la tercera temporada. Lynette se ha visto obligada a renunciar a demasiadas cosas por Tom y a sacrificarse por el bien común. Ha cedido también a varias cosas que no estaban planeadas: A ser madre, a ser ama de casa, a ser camarera en una pizzería.

Hay matrimonios que están hechos para durar, decía Gabby Solis acerca de Tom y Lynette. Todos lo dábamos por sentado. Sin embargo, la aparición de Rick hace que se tambaleen los cimientos mismos sobre los que se consolidaba la serie: Tom y Lynette como ejemplo de matrimonio unido y trabajo en equipo. Nada ni nadie es perfecto, y mucho menos lo son Thomas y Lynette Scavo.

Con la aparición del cáncer, los problemas que se han ido arrastrando se dejan a un lado para luchar contra un enemigo mayor. Esto le da un lavado de cara importante a la pareja de cara a la siguiente temporada, una renovación absoluta y novedosa para las tramas de la grandísima Lynette Scavo. Con esta revelación, y con la aparición en la season finale de Stella Wingfield, la carismática madre de Lynette, concluye esta tercera temporada.

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lunes, 7 de diciembre de 2009

Biografía de una Desesperada: LYNETTE SCAVO (2ª Temporada)


Como dije, interesante premisa. Si en la primera temporada nos enseñaron la faceta de Lynette como madre, en esta nos enseñan su faceta como mujer trabajadora. Pero pronto comprobamos que la maternidad ha hecho mella y que nunca volverá a ser esa mujer segura de sí misma e implacable de antaño.

Encuentro dos problemas en esta nueva Lynette:

- El peso de la madre que conocemos es demasiado grande. Las tramas en las que ver a una Lynette profesional que se enfrenta a retos y hace méritos en la empresa escasean, en favor de nuevas vueltas de tuerca a las ya conocidas tramas familiares. Lynette siente la necesidad de volver a ese mundo del que proviene (el hogar, la familia) y alejarse del mundo malo, oscuro (el trabajo), que quiere retenerla.

- Se ve rodeada de secundarios simplones como la antipática Nina o el prácticamente infante Ed, cuya única misión es ejercer de “villanos” que se interponen entre ella y su familia. No proporcionan situaciones interesantes en ningún momento o episodios destacables de ese humor negro y esa mala leche que caracterizaron a la primera temporada. Quizá despunte el episodio protagonizado por aquella trabajadora que continuaba amamantando a su hijo aún después de los cinco años. Hubiera apreciado la inclusión de más tramas de este tipo que agilizaran el relato en la oficina, a veces tedioso y con puntos de atención intermitentes.

Sí me parece acertado, por otro lado, el cambio que se produce en Tom y Lynette como matrimonio. Si en un principio Tom nos sorprende con una actitud responsable y generosa cuando anima a su mujer a volver trabajar, a medida que la temporada transcurre, dicha generosidad irá transformándose en resentimiento e inmadurez. Una inmadurez que se hará más latente a medida que avance la serie. Tom se siente atrapado en casa, tal y como se sentía ella, pero en vez de enfrentarse al problema, huye de él, intenta zafarse. La situación devendrá en ellos dos trabajando juntos con desafortunados resultados y culminará con la sospecha de que él se está acostando con otra.

Buena idea la de guardarse el as (revelar el secreto que Tom guardaba desde la primera temporada) hasta el final de temporada, por efectivo y por capacidad para romper expectativas. Así, una vez terminada la temporada, la premisa establecida para el siguiente año viene dada por la presencia de una nueva hija (hijastra en el caso de Lynette) y la madre de dicha niña (insoportablemente gritona y fuera de sí), y la vuelta a los problemas familiares con los primeros tintes importantes de culebrón de fondo (la otra mujer, la hija secreta), que por otro lado no llegan a molestar todavía.

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domingo, 6 de diciembre de 2009

SKINS. Serie de adolescentes para adultos



Enero de 2007 fue el mes de Skins, la sorpesa del año en Gran Bretaña, propuesta rompedora como pocas que automáticamente gozó del beneplácito del público y de la crítica. Transgresora, provocativa y dura. Muy dura. Sin precedentes en esto del género teen. Jóvenes perdidos, desamparados, víctimas de sí mismos y de sus progenitores, promiscuos, narcisistas, adictos al sexo, adictos a las drogas, felices y muy, muy infelices. Los vemos naufragar, levantarse, volver a tocar fondo.

Skins no es una serie de adolescentes al uso. Sólo hay que escarbar un poco para comprobarlo:

Primero, su apabullante puesta en escena, exquisita y sobria fotografía. Antológico el comienzo del segundo episodio, en el que la enigmática Cassie abre los ojos rodeada de desorden, suciedad, y restos del caos residual de lo que seguro fue una pasadísima noche de fiesta, con una imagen tratada de forma casi poética acompañada de un motivo musical sesgado y sereno, la calma después de la tormenta, francamente precioso.

Segundo, su forma de contar la historia. Aparte de las relaciones que se forjan o evolucionan, no hay un hilo argumental nítido que hilvane los diferentes capítulos y los conduzca a un final. Los episodios se basan, casi en un noventa por ciento, en dotar de profundidad a sus personajes, un perfecto caso de la intriga al completo servicio de los caracteres. Cada nueva entrega está protagonizada por uno solo de los personajes, durante la cual, observamos el mundo desde un punto de vista único, fundiéndonos con el personaje hasta llegar a un punto casi catárquico. Así, cada nuevo capítulo es completamente diferente del anterior, en estilo y forma, en sensaciones a transmitir, en ritmo o colorido. Cabe considerar el posible handicap de encontrarse con un episodio protagonizado por un personaje que no goce de nuestra simpatía, sin embargo, rara vez se produce el completo rechazo gracias a encontrarnos con personajes tan complejos que sería difícil no encontrar una sola cualidad que nos agrade.


Y la tercera pasa por volver a destacar a unos personajes mucho más vivos y creíbles, pese a las situaciones límite y disparatadas que en muchas ocasiones se ven envueltos, que la mayoría de dramedias para adolescentes; un reparto espectacular, acorde con las edades de los personajes interpretados; y un enfoque adulto insólito. Aquí no tienen cabida el sentimentalismo barato, la enésima relación inventada porque no se sabe qué hacer, a pesar de que los personajes relacionados tengan cero de química; o los giros de guión rocambolescos y desentonantes que tanto gustan en los dramas.

En resumen, un relato oscuro y serio, aunque desenfadado y divertidísimo a veces, quizás abusando de la aparición de los llamados freaks que enloquecen la acción, y un auténtico desfile de padres irresponsables o directamente bochornosos, como también, quizá, abusivo recurso para contextualizar el desarraigo de los personajes protagonistas. Una serie muy cinematográfica, en fastículos de cincuenta minutos de duración, con, quizá, temporadas demasiado breves (8-9 capítulos). Aunque ya conocen el dicho.

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viernes, 4 de diciembre de 2009

Biografía de una Desesperada: LYNETTE SCAVO (1ª Temporada)


Una agresiva publicista con una carrera en imparable ascenso, se ve, de la noche a la mañana, atrapada en casa con cuatro hijos. La que implacablemente arrasaba en cada presentación, la que contundentemente convencía al cliente de que sabía lo que necesitaba, ahora se ve incapaz de controlar a cuatro mocosos.

Según declaraciones de Marc Cherry, creador de la serie, la idea de hacer Mujeres Desesperadas surgió cuando, después de que las noticias hablaran del caso de Andrea Yates, una mujer que había ahogado a sus hijos en la bañera por ser incapaz de soportar el peso de la maternidad, su propia madre confesara entender a la asesina.

El sagrado concepto de la maternidad es constantemente revisado a través del personaje de Lynette, ya desde el episodio piloto. Así, cuando la agobiada ama de casa se encuentra con una antigua colega en el supermercado, quien le pregunta acerca de sus sentimientos con respecto a la maternidad, Mary Alice, poniendo voz a los verdaderos sentimientos de Lynette, declara:

Y ahí estaba, la pregunta que siempre temía. Para el que la realizaba, no había otra respuesta posible. Así que Lynette contestó como siempre, mintiendo: "Es el mejor trabajo que he tenido".

Ser madre es serio. Es duro, muy duro. Siempre suele enseñarse la cara bonita, los preciosos vestiditos y los primeros dientes de leche. Que los hijos son regalos caídos del cielo. Pero una mujer tan desesperada como para abandonar a sus retoños en la cuneta porque no es capaz de hacer que se comporten en el coche, es muy consciente de que hay días en los que le gustaría poder devolverlos. Sí, ser madre es duro. Más si tienes cuatro hijos de menos de seis y tu marido nunca se encuentra en casa. Además, Lynette tampoco tiene un referente: su propia madre les brindaba palizas a ella y a sus hermanas entre copa y copa. Esto deviene en que jamás se atreva a tocar a sus hijos y en graves problemas de autoridad por miedo a repetir los errores de su madre.

Problemas de autoridad para una mujer que, en el mundo de los adultos, es incapaz de dejar de impartir justicia. Nunca tiene miedo a montar una escena, siempre es tajante en sus opiniones y a veces necesita entender que no todo es blanco o negro. Para imponer lo que ella piensa que es correcto no dudará en manipular (a terceras personas para impedir que su marido consiga un ascenso que le alejará aun más de casa), en entrometerse (en la vida sentimental de una pareja en la que ella, sordomuda, es ridiculizada en público por él, que se aprovecha de su minusvalía), o encararse (con una estirada e hipócrita madre -que ejemplifica perfectamente la doble moral americana- escandalizada ante la perspectiva de que los niños puedan sufrir por el final "violento" del clásico cuento de Caperucita Roja). Episodios exagerados e histriónicos que congenian a la perfección con el tono de la serie.

Toda esta situación de hijos incontrolables en casa, en contraste con el recuerdo de su exitosa vida como mujer trabajadora, deviene en un sentimiento de frustración muy peligroso. Se convence a sí misma de que es mala madre (a lo que ayuda su obsesión por compararse con el resto de madres que la rodean) y esto la lleva a tomar muy malas decisiones, entre las que destaca el magnífico e hilarante episodio de adicción a las pastillas de sus hijos. Este círculo de impotencia y envidia mal sana hacia el resto de familias la llevan a la errónea conclusión de que todo vale con tal de conseguir algo de estabilidad, aunque sea otorgada en pequeñas píldoras, como las clases de yoga. Esto se corresponde con uno de los episodios más turbios en la biografía de Lynette, que consiste en hacer creer a la recepcionista de la siempre llena guardería de que se hijo tiene un cáncer, aprovechando un reciente y necesario rapado al cero. Me imagino las voces moralistas alzando la voz ante lo que calificarían como un acto incorrecto y mezquino, y en el que yo vel la actuación de una mujer total y completamente desesperada que necesita seriamente un descanso.

Y más o menos, ese es el rol de Lynette durante la primera temporada. Peleará con y por sus hijos, se hará adicta a las pastillas para que los gemelos no sean expulsados de una obra teatral (en la que interpretan a un par de árboles), intentará mantener a su marido cerca y se sentirá amenazada por la presencia de una compañera de Tom que ejemplifica todo lo que ella fue y dejó de ser. Todo para que las tornas terminen cambiadas tras una interesante premisa: En la segunda temporada, Lynette volverá a trabajar, y será su marido, Tom, el que se ocupe del cuidado de los monstruitos.

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