viernes, 11 de diciembre de 2009

Biografía de una Desesperada: LYNETTE SCAVO (5ª Temporada)


Season Finale de la cuarta temporada. Salto en el tiempo de cinco años. Se nos muestra un atisbo de cómo serán las vidas de las desesperadas. Fin de la cuarta temporada. Boca abierta.

Marc Cherry promete que este quinto año será como volver a empezar. Un lavado de cara completo y unos personajes dispuestos a ser construidos de nuevo. Ante esta declaración de intenciones, la expectación ante esta quinta temporada no podía ser mayor. Tampoco pudo ser mayor la decepción.

Es innegable que la premisa inicial para Lynette era interesante: Hasta ahora había destacado por ser la madre desquiciada de una vasta camada de críos endemoniados. Ahora, tendría que lidiar con algo mucho más peligroso que mocosos armando jaleo: adolescentes. Durante cuatro temporadas habíamos asistido al proceso educativo de los cuatro niños Scavo, y verlos mayores, casi adultos, además de curioso, resultaba incluso conmovedor, pues habíamos sido testigos de su crecimiento. La cosa empieza bastante bien: Porter y Preston son guapos, populares, rebeldes, y el matrimonio no se pone de acuerdo ante la política educativa a seguir. Todo esto suena a viejo, pero el punto de vista es totalmente novedoso: Tom admira a sus hijos porque representan algo que él nunca fue (recordemos que él era el pardillo que tocaba la tuba en la banda del colegio) y tiende a justificarles, y Lynette es incapaz de conectar con ellos emocionalmente (los chicos son fríos y distantes con su madre, pues representa la autoridad que les frena y controla) y ante la frustración, montará alguna de sus escenas para conseguir lo que quiere (el episodio del chat no es demasiado original, aunque sirve perfectamente para dar de manifiesto el problema de comunicación existente entre madre e hijo).


Las cosas no le habrían ido mal a Lynette si hubiera seguido estos derroteros, pero incomprensiblemente, los guionistas dan palos de ciego en busca de darle algo de sentido a sus tramas, cuando fácilmente podrían haber seguido exprimiendo la premisa de madre desesperada atormentada por hijos adolescentes. Preston, Parker y Penny tienen un papel testimonial durante toda la temporada y Porter consigue una trama con tintes de culebrón que sin embargo destaca como lo más interesante de lo todo que vendrá después. El hilo correspondiente al affair amoroso entre Porter y la madurita, pero atractiva, Anne Schilling podría haber sido un acierto si le hubieran dado el tratamiento adecuado. Hubiera sido interesante asistir a otro romance con notable diferencia de edad entre los enamorados (ya tuvimos a Gabrielle y a John en la primera temporada) pero esta vez seguido desde el punto de vista del joven apasionado que se deja engañar por alguien que lo usa como salvavidas. Sin embargo, prefieren colocarnos un embarazo ficticio, un marido malísimo, una trama judicial y una huída en menos de cinco capítulos. Los guionistas han olvidado que no necesitan giros rocambolescos o acontecimientos mega dramáticos para crear interés. En la primera temporada, Lynette se bastaba ella misma para capturar la atención de la cámara, sólo necesitaba meter a sus hijos en un colegio privado, terminar a tiempo una tirada de disfraces o defender a una sordomuda que ha sido insultada por su marido. Han olvidado lo que hacía grande a esta serie, lo que hacía que miles de amas de casa se sintieran identificadas con el personaje de Felicity Huffman: hacer de lo cotidiano lo excepcional. Eso es lo que Lynette necesitaba en esta quinta temporada para lidiar con sus hijos adolescentes, no acusaciones de asesinato. Sin embargo, como ya dije, toda esta trama es, tristemente, lo más interesante que le ocurre a Lynette durante el quinto año. Es más, en uno de los capítulos se llega a una situación muy destacable: Tom y Lynette sopesan las posibilidades de que Porter sea el responsable de la muerte de siete personas. Tom pregunta a su mujer qué deberían hacer. Ella responde, sin ningún tipo de temblor en la voz, que van a proteger a su hijo. Incluso si ha cometido la mayor de las atrocidades. Durante estos instantes, la serie vuelve a ser grande, vuelve a encontrar su esencia: Una madre que después de volver de hacer la compra en el supermercado es capaz de aceptar que su hijo sea un asesino. El mal viviendo tras grandes ventanales y casas impecablemente decoradas. Una ama de casa asegurándose de proteger dicho mal. Lástima que Porter sea declarado inocente a los dos minutos y todo se resuelva con un puñado de confeti en el aire.

Nada más destacable para Lynette, pese a que la trama de Porter con la justicia finaliza en el episodio doce de veinticuatro. Quizás, el conflicto que surge entre Lynette y Tom en una cena en la que ambos intentan desprestigiarse mutuamente para hacer méritos y conseguir un trabajo, que desemboca en un pildorazo de humor negro e incomodidad que no se veía desde que Bree soltó el famoso Rex llora después de eyacular: Tom dice acerca de Lynette que es una buena y eficiente trabajadora, con brillantes ideas. Siempre que no le vuelva el cáncer, claro.

A partir de aquí, nada de nada. Lynette vuelve a trabajar pese a que la peor cara de este personaje ya la vimos durante la segunda temporada, precisamente al animarse a volver al mundo laboral; y Tom viaja a los infiernos ofreciéndonos la versión más patética y desdibujada de sí mismo cuando anuncia con la boca bien abierta que quiere hacerse una operación de cirugía estética. Todo esto deviene en un cúmulo de sinsentidos cuya única finalidad es rellenar tiempo y poder finiquitar esta especie de proyecto de temporada que no tiene otra brillante forma de rematarse que con el anuncio de ¡gemelos! en un embarazo tan inverosímil como inverosímil ha sido ver la firma de Marc Cherry en cada uno de los episodios de este desastre audiovisual.

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