miércoles, 9 de diciembre de 2009

Biografía de una Desesperada: LYNETTE SCAVO (4ª Temporada)



Si la tercera temporada se ve afectada por el embarazo de Marcia Cross, en esta ocasión, la huelga de guionistas hace estragos y la que podía haber sido la mejor temporada desde la primera, termina de forma precipitada e irregular. Si bien, es cierto que Lynette es la menos perjudicada, de nuevo, de entre el resto de desesperadas.

El surgimiento de un cáncer que amenaza con destruir su vida adulta, coincide también, con el regreso de otro cáncer que bien pudo haber arruinado su infancia: su madre. Propuesta interesante a todos los niveles no sólo por las posibles situaciones cómicas o los más que probables conflictos debido al choque de caracteres, sino también por las tremendas posibilidades que ofrece la aparición de un personaje que ha sido tan determinante para que Lynette sea como es hoy en día.
Stella Wingfield se emborrachaba, pegaba a sus hijas, se perdía las audiciones teatrales y cambiaba de pareja con cada puesta de sol. Lynette, como la mayor de tres hermanas, se vio obligada a madurar de forma precoz, a agarrar al toro por los cuernos y dar dos buenas voces para hacerse valer en cualquier ámbito. Los primeros episodios derivan entre el resentimiento de la hija y el intento de redención de la madre, que quiere comportarse como tal por primera vez en su vida. Así, durante los primeros ocho capítulos (los que abarcan la trama del cáncer), asistiremos a la progresiva reconciliación madre e hija y a la superación de la enfermedad. La presencia de Stella, finalmente, ha propiciado un puñado de buenos momentos (algunos impagables como el momento de confusión de bolsos durante el recital de Parker o el episodio de la marihuana en la fiesta de charadas) pero no ha sabido aprovechar del todo el gran abanico de posibilidades dramáticas que la interacción entre las dos podía ofrecer, ni ha sabido aprovechar la buena química que emanaba desde su primera aparición en el último episodio de la tercera temporada. Sí sirvió, por otro lado, para conocer a las hermanas de Lynette, en un simpático episodio cuyo único elemento destacable era el personaje de Lydia, la hermana menor y absoluto contrapunto de nuestra desesperada, en el que de nuevo todo quedó en la superficie, sin llegar a producir nunca verdadero espectáculo; o para conocer a uno de los padrastros, un señor simpático y de mirada angelical que sin embargo sólo sirvió para darle una salida facilona al personaje de Stella.

Hay que destacar de entre todo esto la forma en que el cáncer por fin es superado y Lynette vuelve a renacer en cierto modo. Todo tiene lugar durante el sexto episodio, el mejor de la temporada y uno de los mejores de la serie, en el que Lynette intenta por todos los medios eliminar a un topo que ha acampado en la propiedad y que amenaza la vida de su jardín, de su hogar, por asociación. Como metáfora del cáncer, la figura del topo amenazando la estabilidad de su familia es bastante simplona y cogida por los pelos, pero no se puede negar que es efectiva. Pues cuando Lynette descubre que el topo ha muerto justo después de recibir las buenas noticias (el cáncer se ha ido), y llora ante el cadáver del animal a la vez que le pide perdón, la magia es tal que la sensación de inverosimilitud desaparece por completo para dar lugar a una de las escenas más estremecedoras de la serie.

Tras la mencionada huelga de guionistas y proviniendo del famoso episodio del tornado, que culminaba con el cliffhanger más espectacular vivido en la serie, Lynette sufre un episodio de iluminación divina y necesita acudir a la iglesia para obtener respuesta a varias preguntas que rondan por su cabeza. Se ofrece en este capítulo un interesante duelo entre la necesidad del ser humano de conseguir explicación ante cuestiones que no logra comprender (encarnada en Lynette) y la fe ciega que se traga con papas todo lo que le cuentan, limitándose a rezar los avemarías necesarios por cada pecado porque eso es lo que hay que hacer (que es el caso de Bree). Después de todo eso se produce la vuelta de Rick a la serie, aunque esta vez el reencuentro sirve para poco más que crear algo de conflicto con el que rellenar episodios; y más tarde, la oportunidad para Kayla de recibir por fin la atención merecida, resolviéndose un conflicto que llevaba aparcándose bastante tiempo. Kayla siempre fue un personaje interesante, no sólo por encarnar a una niña diabólica, sino por tener un trasfondo dramático importante y por saber poner a Lynette en situaciones límite. Sin embargo, la resolución facilona de esta trama (largando a la niña y punto) supone una decepción no sólo por haberse optado por seguir el camino más simple, sino porque se traiciona la integridad de Lynette, quien había prometido cuidar a Kayla como si fuera su propia hija. Lo interesante hubiera sido asistir a los problemas que surgieran durante este proceso y a la evolución de la relación entre las dos. Por eso pienso que sacar a Kayla de la serie fue un error que dejó en muy mal lugar a Lynette, que si realmente hubiera considerado en tratar a Kayla como una más, jamás la habría largado de casa.

No hay comentarios:

Publicar un comentario