domingo, 14 de marzo de 2010

Los Cranberries han vuelto, larga vida a Los Cranberries


Amaneció frío y nublado en Madrid, durante toda la semana algunos rayos de sol se habían atrevido a dar la cara, pero el viernes volvieron a quedarse dormidos. El despertador sonó a las nueve de la mañana, quizá antes, ya no recuerdo, y el trayecto hacia el Palacio Vistalegre no presagió nada bueno. Algunas gotas de osada lluvia amenazaban con arruinar el largo día de cola y esterillas y músculos engarrotados durante la espera.

Sencillamente, un concierto que no haya sido precedido de horas sesgadas en las que, arrojados en mitad de la calle, los seguidores del grupo en cuestión tarareen algunos temas o se aventuren a adivinar el setlist, no es lo mismo. Al menos eso pienso yo. Con esta filosofía no es de extrañar que la fantástica Sadie y yo llegásemos cuartos a la cola y, después de pasar frío y nervios durante todo el día, consiguiésemos la tan ansiada primerísima fila.


La ocasión era especial. La banda se había disuelto hacía prácticamente nueve años y nadie esperaba que se volvieran a reunir. Aquellos seguidores más jóvenes que no hubieran podido verlos en directo durante sus años dorados se iban a quedar con las ganas. Pero aquí estaban otra vez, sin publicar material nuevo desde ni se sabe (si no contamos con los discos en solitario editados por Dolores) y capaces de abarrotar el Vistalegre. Como en sus mejores tiempos.

El concierto fue todo un homenaje a los fans, la balanza entre singles y temas inesperados estuvo equilibrada, pese a que las últimas tendencias parecían indicar que se limitarían a interpretar los hits más sonados y poco más. Pero no, sorprendieron muchísimo con Liar, nadie se la esperaba, y otro tanto con Shattered o Desperate Andy. Claro está, el setlist perfecto no existe, y yo hubiera cambiado las tres por el inigualable Daffodil Lament, que sin embargo si la habían tocado una que otra vez durante esta gira, o por alguna otra ya calificable de fetiche que sin embargo sabía que no iba a caer ni en broma (Joe, Bosnia, The Icicle Melts).

Pero daba igual, Dolores estaba a tan sólo un par de metros, sus bailecillos folklóricos atrapaban y animaban a partes iguales, y su entrega con el público fue máxima. Lástima que no se encontraba al 100% vocalmente, y lástima que el sonido del Vistalegre no fuera óptimo en absoluto, pues el sonido obtenido en los CD's que se grabaron cual freidora pone a chamuscar patatas fritas carecía del emborronamiento que se percibía en directo. También habría sido de agradecer que tanto Noel como Mike hubieran siquiera sonreído una de tantas veces en las que su nombre fue vitoreado.

Pero a pesar de estos pequeños inconvenientes, el concierto lo disfruté muchísimo, entregándome al máximo pese a sentirme rodeado de un público ligeramente hierático, más preocupado en sacar posibles defectos a una melodía del bajo o en sacar fotos a Dolores desde todos los encuadres posibles. En fin, esperemos que este sea el principio de muchos más, el público sigue recordándoles, queriéndoles, e incluso a día de hoy aparece gente nueva que acaba de subirse al carro. Y siempre la habrá, porque son buenos. Son grandes. A ver si es verdad que el nuevo disco no se hace esperar y que podemos seguir disfrutando de ellos al menos una década más. Porque no, los discos de Dolores no han sido lo mismo.

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