sábado, 10 de abril de 2010

Skins Temporada 4. ¿Alegría? de vivir (Parte 2)

(Spoilers de la 4ª Temporada de Skins a lo largo de todo el post)


No es fácil hablar de Skins. Es una serie donde lo abstracto y lo subjetivo van de la mano, que se basa en impresiones, en sensaciones. Puede que a ti un primer plano especialmente prolongado de los ojos de Thomas te haya puesto el vello de punta, mientras que a otro solo le ha servido como recurso para eternizar el ritmo de un episodio especialmente lento. Puede que el Look up if you like me de Cassie te pareciera el momento más especial y conmovedor de la primera temporada, mientras que otros seguramente ni se acordarán de él. La fuerza de Skins no radica en lo espectacular de sus giros argumentales (aunque los haya a puñados), sino en sentir en tus carnes como las tripas de Cook se retuercen de dolor al entender que no hay salida posible y que te has convertido en la pantomima del chico fuerte y acorazado que pretendías ser.

Las situaciones, a menudo increíbles, en las que se ven envueltos los protagonistas solo son la excusa que les conduce a la explosión o implosión, depende del caso. Las exageraciones, las drogas, el sexo, los padres satanizados, los asesinatos imprevisibles; son la mera herramienta utilizada para embriagarlo todo de ese aroma apocalíptico que les pone en el límite más rotundo. Por eso el final de la cuarta temporada es tan absolutamente brillante. Porque duele. Porque deja al espectador destrozado. Porque cumple con su cometido. Porque comprobamos que estamos ante la serie más fiel a sus principios de la televisión. Las últimas líneas de Cook parecían pensadas desde el primer instante en que se comenzó a dibujar el personaje.

Volviendo rápidamente al repaso de manera individual, comentar que Katie es la otra sorpresa de la temporada. Al igual que Cook, se redime de su pasado y se reconcilia con los espectadores; pero quiero reiterar la idea de sorpresa porque mientras que todos esperaban un papel determinante para el chico y gran presencia suya en las tramas que hilan cada capítulo, pocos se imaginaban que los guionistas podrían ofrecernos un desarrollo para ella más allá de la careta de evil twin que conocimos el año anterior, y tampoco hubieramos protestado si el personaje más odiado de esta generación (por lo menos hasta ahora), hubiera pasado sin capítulo precisamente ahora que la temporada había sufrido un recorte.

Freddie es uno de los que ha soportado la mayoría de las críticas. Desde aquí quiero romper una lanza en favor de este personaje. No hay que confundirse: que un conjunto de personajes con caracteres muy fuertes, excéntricos y llevados al límite, eclipse, quizá, a otro cuya personalidad no resulta tan arrolladora o destructiva, no quiere decir que estemos ante un personaje plano o simple. Freddie es el corazón del grupo, el pegamento, la voz sabia y amable. Cuando Effy hace acto de presencia, cuando Freddie desconecta, todo se va al garete. No es casualidad que él se convierta en el elemento sacrificado, ese en el que todos se han apoyado y cuya voz escuchan aunque ya no sea más que un fantasma.

Naomi, la indiscutible reina de la segunda generación, gana la partida contra sus propios demonios en una victoria que se materializa a través del discurso romántico más emotivo del siglo XXI en la televisión. Effy, la reina destronada, relegada al fondo de lo oscuro y lo trágico, lidia con su propia existencia de forma más o menos torpe, asustada. Tal y cómo empezó.

Porque a veces no queda más remedio que crecer para que toda la mierda acabe y poder mirar las cosas con cierta perspectiva. A veces, no comprendes nada hasta que no descubres que el dolor no te lo puedes ahorrar. Que hay que vivirlo si quieres hacerte mayor.

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