lunes, 8 de febrero de 2010

Los Oscars de James Cameron


Se acerca la 82ª edición de los premios de la academia de Hollywood, un año más, acompañados de un halo de expectación y expectativas que nunca se agota; quinielas y pronósticos enloquecidos que alimentan la importancia excesiva y el falso prestigio de unos premios a menudo predecibles y decepcionantes.

No negaré, sin embargo, para bien o para mal, el influjo que sobre mi persona provocan los Oscars de turno, pues, suelo caer en la trampa, teorizar, aventurar, servirme del número de estatuillas recolectado a la hora de recomendar la película.

Quizá la novedad más llamativa sea la inclusión de diez nominadas en el apartado de mejor película, en vez de las cinco habituales, cosa que no veíamos desde el año 1944, cuando Casablanca se hizo con el preciado galardón. Cabe preguntarse el porqué de esta vuelta a métodos tradicionales, gracias a los cuales, en 1935 se llegó al número de 12 nominaciones en la misma categoría. ¿Era necesario recuperar este modo de hacer? ¿Tiene algún sentido proponer diez candidatas a la mejor película, pero sólo cinco al mejor director?


Sobre todo, en este momento, tras un 2009 que deja tras de sí la sensación de que si has visto el Avatar de James Cameron, ya puedes colgar el cartel de cerrado el local. Me resulta, por otro lado, desagradable el hecho de no haber visto seis de las películas nominadas. Descuido por mi parte, sí; sistema de distribución en España penoso, también:

De las seis, cuatro de ellas han sido estrenadas durante finales del mes de enero en nuestro país, de forma espantosamente limitada y bajo el yugo de la todopoderosa creación de Cameron, todas ellas, habiendo sufrido al menos dos meses de retraso con respecto a su estreno en los EE.UU, más de seis meses en el caso de The Hurt Locker, la cinta de Kathryn Bigelow. Particularmente sangrante es el caso de An Education, todavía sin estrenar, y sin palabras ante el hecho de que The Blind Side ni siquiera tenga aún fecha de estreno en nuestro país.

Y estos son los privilegiados films que han gozado del favor de ser reconocidos por los críticos de la famosa academia. ¿Qué pasará con todas aquellas cintas independientes, que no requieran del ahora aparentemente indispensable ejército de zombis sentados ante el proyector con lo que parecen ridículas gafas de sol de mercadillo?

Me es imposible, por tanto, establecer mi tesis particular acerca de la calidad de las películas nominadas (la experiencia me dice que no siempre las mejores son las elegidas), aunque el escepticismo y la indiferencia es la senación general (por primera vez este año). Ante la resaca de Avatar, uno tiende a cuestinar si la obra realmente merece tantos halagos, y a dejarse llevar por ese peligroso instinto de rechazo ante todo lo que la mayoría tiende a encumbrar. Por otro lado, resulta reconfortante el reconocimiento de Up, que compensa la no nominación de Wall-E (también de los estudios Pixar) el año pasado, film incluso más meritorio. Y este tema me recuerda a otro muy típico en esto de los Oscars. Y es que, pese a que el número de nominaciones a aumentado en el doble, no podían faltar, paradójicamente, las grandes ausencias:

Quisiera reivindicar una plaza para Moon (Duncan Jones), fantástico, sobrio y melancólico film de ciencia-ficción, de factura impecable y lentitud preciosista; Coraline (Henry Selick), aunque quizás la inclusión de Up debería bastar para darme con un canto en los dientes; y Whatever Works, pues el que Woody Allen juegue con cartas repetidas no le resta genialidad al film.

Y para el final, el caso más doloroso, esperado, por supuesto: Where the Wild Things Are; esperada ausencia, digo, dada la poca repercusión e incomprensión que la obra ha tenido que padecer en cada sala proyectada. El film de Spike Jonze es una preciosísima, tristísima pero feliz historia que trata de conectar a los adultos con esa infancia perdida, lejana; recordarle el modo de pensar de los niños, volver a familiarizarle con los miedos irracionales del infante. Todo ello revestido de imaginación desbordante, una majestuosísima puesta en escena, y una evocadora y cuidada banda sonora. Mejor película del año para quien esto escribe, mejor guión adaptado (encomiable trabajo realizado por el mismo Jonze junto con Dave Eggers a partir de un cuento de apenas 20 páginas), y por qué no, nominación para Max Recors por su destacadísima interpretación de ese niño enrabietado vestido con piel de lobo.

En fin, así están las cosas. Aunque a mí me sigue quedando una duda: ¿Por qué en el año de la omnipresente Avatar se opta por nominar diez películas? ¿No era más fácil entregarle el galardón directamente dejando atrás al menor número de damnificados? ¿Se atreverán los críticos a contradecir los bolsillos de medio mundo dejando sin premiar a la hija consentida de Cameron?

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